Cultivar el amor

Una interesante reflexión, de Aceprensa:














Según los medios de comunicación, parece que el verano hace estragos en algunas parejas: se dice que una de cada cuatro separaciones se producen en septiembre, después (y parece que a causa) de las vacaciones. Por lo menos eso es lo que nos vienen informando los telediarios hace ya algunos años por estas fechas.
Aparte del aumento de las depresiones postvacacionales que genera el retorno a la rutina y los gastos de la vuelta al cole que competirán con la cuesta de enero, el final del verano nos amenaza con miles de parejas que se separarán por no haber aprobado el examen de estar unos días juntos.
Pero la culpa no la tiene el verano, ni las vacaciones, ni la convivencia demasiado estrecha y continuada, ni la idea moderna de que el roce desgasta el cariño y rompe el amor, sino esas relaciones demasiado frágiles para aguantar el mínimo choque. Las relaciones de pareja, como las personas, son de barro y, si no las templamos bien, se rompen como el barro mal cocido.
Lo que ha unido la rutina no lo separan las vacaciones si esa rutina la hilvanamos con lo extraordinario y no esperamos de las vacaciones lo que no nos pueden dar. Es decir, que las parejas que se rompen a causa de la convivencia veraniega lo hacen porque vienen ya debilitadas del resto del año o porque esperan que renazca una planta sin raíces por el mero hecho de echarle abundante agua.


Tenemos que cultivar el amor, tenemos que cuidar nuestra vida en pareja. Se nos ocurre el ejemplo de esos huertos que tan hermosos están en verano porque tienen alguien que los cuida. Los que hemos pasado unos días este verano en un pueblo los habremos visto, habremos observado cómo se cultivan las hortalizas, cómo se cuida un huerto. Principalmente, se trata de hacer un poco (o mucho, según el tamaño del huerto) cada día:
  • Regarlo para que no se seque. El agua es el elemento imprescindible en un huerto; en nuestras relaciones lo es la comunicación. La falta de agua agosta el campo; por falta de comunicación hacen su agosto las separaciones en septiembre.
  • Abonarlo para que se mantenga nutrido y fuerte. El abono en una relación han de ser esas pequeñas y grandes renuncias que la fortalecen.
  • Dar una segunda arada para que se oxigene la tierra. Oxigenamos nuestra relación con el respeto que permite ser a cada uno quien es.
  • Escardar las malas hierbas para que no debiliten las plantas. Es una labor continuada de no dejar crecer los malos entendidos o los brotes de mal humor.
  • Clavar rodrigones para que las hortalizas crezcan derechas. A veces una relación necesita una ayuda externa para no decaer tras un momento de crisis.
  • Colocar espejos para ahuyentar a los pajarillos. Son bellos y nos regalan sus cantos; sin embargo, se llevan el fruto a pequeños picotazos.
  • Recoger el fruto maduro en el justo momento, ni demasiado pronto ni demasiado tarde. La relación de pareja es fuente de felicidad, pero hay que saber esperar a que sus frutos maduren.
El buen hortelano sabe que el cultivo de un huerto requiere de mil cuidados, como nuestras relaciones necesitan de esos detalles minúsculos, pero esenciales, que la hacen crecer: una sonrisa, un beso, una sorpresa, una llamada, algo inesperado…

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